Page 8 - Anuario 2021
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Hermanas y hermanos en Cristo:
Comienzo este escrito uniéndome en el dolor de las decenas de miles
de familias que han llorado la muerte de seres queridos por la terrible
pandemia que ataca al mundo entero. Especialmente y de una forma más
directa dirijo mi afecto y cariño a las familias de nuestro pueblo que han
sufrido la pérdida de un ser querido y/o sufren la enfermedad del covid-19
cubriendo de tristeza y de un gris oscuro el futuro.
Además quiero enviar unas palabras de reconocimiento por la encomiable labor
de sacerdotes y sanitarios atendiendo y cuidando, en muchos casos entregando sus          vidas
por las personas necesitadas en estos momentos de desolación. Gracias a tantas personas que con su
sacrificio y esfuerzo hacen que todo sea algo más fácil orando de una manera especial por los enfermos,
mayores y residencias de ancianos.
Sin la fe, la muerte produce en el ser humano muchos interrogantes, y reviste una tragedia más hon-
da cuando es inesperada a causa de una pandemia. ¡Bendito seas Señor, qué lección nos das cada día.
Cuánto nos ayuda a restablecer el rumbo de la vida hacia Ti y soportar esta terrible y pesada cruz cuando
contemplamos tu triunfante mirada, Santísimo Cristo de la Salud! Necesitamos estar con Dios porque
Él responde a todas nuestras dudas confortando nuestros corazones con el bálsamo y consuelo de su Pa-
labra y Promesas. Permitidme este mensaje de esperanza a los que lloran la muerte de seres queridos: la
pasión, muerte y resurrección de Cristo es el camino de nuestra liberación y la certeza de nuestra futura
resurrección.
Todos necesitamos el apoyo de Dios y de nuestra fe en Él, esta pandemia nos ha hecho ver la más abso-
luta vulnerabilidad y debilidad de nosotros. Por tanto hemos de acudir a Él llenos de esperanza y ayu-
darnos mutuamente para recuperar el ánimo y la confianza en que esta situación terminará y volverá la
normalidad a nuestras vidas.
Precisamente en nuestras vidas debemos rechazar otras pandemias mayores, entre ellas la de la cultura
de la muerte. Corren tiempos difíciles por la terrible pandemia moral donde se debate la necesidad de
aplicar lo que llaman el concepto equívoco de “muerte digna y compasión”. La verdadera compasión no
consiste en provocar la muerte sino en acoger al enfermo y atenderlo con amor, caridad y medios para
aliviar su sufrimiento respetando la dignidad de la vida. La Iglesia no permanecerá en silencio ante el
aborto y la eutanasia. No sólo ha defendido siempre la vida y seguirá haciéndolo en el futuro, sino que
tampoco puede permanecer callada sobre la necesidad de proteger a todos los seres humanos desde la
concepción hasta la muerte natural. Desde el punto de vista de la fe, la vida humana es sagrada e invio-
lable.
Pedir a todos los hermanos la oración y acción constante no sólo en este tiempo de pandemia sino a lo
largo de nuestras vidas con la finalidad de ser tierra fértil que de fruto para ofrecérselas al Señor para su
mayor Gloria. Que nuestra Bendita Madre en su Victoria siempre nos ampare bajo su manto.

	 Sebastián Ortega Pérez
                                                     Presidente del Consejo General de Hermandades y Cofradías
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